¿Ya intentaste reiniciarlo? Usualmente esa es la primera pregunta que la Mesa de Ayuda Informática — para mí, normalmente mis hijos — me preguntan cuando llamo a pedir ayuda cuando mi smartphone no está funcionando. Parece demasiado obvio y sencillo para ser cierto, pero reiniciar mi celular generalmente resuelve el problema. Restaura mi teléfono a sus valores de fábrica, corrigiendo retroactivamente cualquier problema técnico que pudo haberse desarrollado con el uso.
La pandemia de COVID-19 ha forzado a la Iglesia a restablecer los valores de fábrica. Desde los servicios del domingo hasta la Santa Cena, el discipulado y el evangelismo, todo lo que creíamos “saber” sobre cómo se suponía que funciona la iglesia se ha ido por la borda. Simpatizo con mis colegas pastores quienes están haciendo lo mejor que pueden para seguir ministrando a sus congregaciones durante estos tiempos inciertos.
Sin embargo, yo creo que hay un lado positivo al trastorno eclesiástico que estamos experimentando. La iglesia está volviendo a sus valores de fábrica, y, aunque puede que no sea fácil ni sin dolor, será bueno a fin de cuentas.
Aquí hay tres maneras en que las iglesias y los ministerios se beneficiarán de este reinicio completo:
- Estamos regresando a Juan 3:16
El reinicio más importante para la iglesia que ha salido de esta crisis es un amor renovado y un compromiso por el Evangelio de Jesucristo. Las temporadas de dificultad e incertidumbre, aunque sean desagradables, a menudo traen claridad y perspectiva y nos recuerdan de nuestro llamado verdadero como seguidores de Jesús.
Con demasiada frecuencia cuando todo va bien y la vida es fácil se nos olvida que el Evangelio es el enfoque principal. Nos descarrilamos por nuevas ideas para el ministerio — una nueva app para el discipulado o una conferencia para traer grandes oradores y multitudes — que son buenas y valen la pena, pero nos distraen de nuestro trabajo principal. Las crisis despojan a la iglesia de todo hasta llegar a su llamado más básico de contar al mundo las buenas nuevas de Jesús, y este mensaje de vida y amor es más urgente y necesario hoy que nunca cuando millones de personas están buscando esperanza y paz.
- Estamos regresando a Mateo 25
Jesús dijo que el segundo mandamiento más importante es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22). A menudo se interpreta el “prójimo” en este mandamiento como un hermano o hermana en la fe, pero Jesús claramente quiso decir cualquier persona necesitada en nuestra esfera de influencia. Enfatizó este punto unos capítulos más tarde, cuando Él contó la parábola del rey que separa las ovejas de las cabras. “Les digo la verdad, cuando hicieron alguna de estas cosas al más insignificante de estos, mis hermanos, ¡me lo hicieron a mí!” dice el rey en la parábola de Jesús (Mateo 25:40 NTV).
Esta temporada es una oportunidad para recordar el segundo mandamiento y ponerlo en práctica como nunca antes. Por ejemplo, nuestra iglesia en el Norte de California ha contactado a personas mayores quienes son particularmente vulnerables a COVID-19 y provisto comidas para estudiantes que están fuera de la escuela. Muchos de estos niños dependen de las comidas escolares para su sustento. Nuestro ministerio de servir a nuestros prójimos creció exponencialmente durante este tiempo, y no queremos que sea temporal. Queremos volver a Mateo 25 y asegurarnos de que sea parte de la ADN de nuestra iglesia.
- Estamos regresando a Hechos 2
Los pastores con frecuencia dicen que la Iglesia son las personas, el cuerpo de Cristo, pero en la práctica nos hemos enfocado en maximizar la asistencia del servicio dominical, plantar nuevas iglesias y lanzar nuevos campus, todo con la meta de alcanzar la mayor cantidad de personas posible. Dios quiere que soñemos en grande, que creamos que Él ciertamente “puede lograr mucho más de lo que pudiéramos pedir o incluso imaginar” (Efesios 3:20 NTV), pero que no se nos olvide que la iglesia global de hoy con más de 2 mil millones de creyentes profesantes comenzó en una casa (Hechos 2).
La pandemia de COVID-19 ha forzado a muchas iglesias a abandonar su modelos tradicionales de grandes reuniones y eventos y nos ha obligado a recordar que nuestros hogares son los componentes básicos y fundamentales de la iglesia. Es fácil pasar por alto la importancia del trabajo del Espíritu Santo en nuestros hogares y familias cuando tenemos grandes planes, pero necesitamos redirigir nuestra atención a la salud espiritual de nuestras unidades familiares: ¿Son nuestras familias empoderadas por el Espíritu Santo?, ¿viviendo a su máximo potencial en Cristo? ¿Son nuestros hogares definidos por el amor, gozo, paz, y los frutos del Espíritu? Esto podría ser una oportunidad para que el Espíritu Santo lance un despertamiento renovado que recorrerá a través de nuestra nación y el mundo — y todo esto comenzará en nuestros hogares.